¿Asi que has venido a escuchar la historia de Federico
Barbarroja? Será mejor que te pongas cómodo pues verás... es
una gran historia. Pero bueno, todo en ese hombre era grandioso. Mi encuentro con Barbarroja fue uno bastante curioso y que marcó uno de los momentos más impactantes de mi niñez, que aún recuerdo como si hubiese sido ayer.
Cuando tenía nueve años, mis padres me regalaron mi primera computadora y con mis ahorros compré el videojuego que cambiaría el rumbo de mi vida. Todo aquél que haya jugado juegos de computadora conoce este juego pues es un clásico inmortal:
Esta obra de arte fue la que me ayudó a encontrar mi verdadera pasión y por la cual 10 años después decidí estudiar la carrera de Historia. Durante muchos años me he deleitado jugando este magnífico juego, que incluye campañas de personajes históricos como, por supuesto, Federico Barbarroja.
¿Pero quién era este hombre? Barbarroja era un hombre de grandes apetitos, grandes ambiciones
y una gran, barba roja. Pero la pregunta - la pregunta que tú quieres saber -
es: ¿era eso suficiente? ¿Es la voluntad de un hombre suficiente para forjar un
imperio?
Barbarroja vivió y gobernó durante el siglo XII de nuestra era. Esta es la época de grandes castillos, imponentes fortalezas, poderosos caballeros e interminables Cruzadas. Barbarroja nació en la Alemania de ese entonces, pues no había un Sacro Imperio Romano Germánico en esos momentos, solo un puñado de revoltosas ciudades-estados. Estos dudosamente
leales principados estaban más interesados en una confederación esparcida que
en un imperio unificado.
Pero Barbarroja creía que él era el emperador por la
voluntad de Dios, y tenía intenciones de devolver al Sacro Imperio Romano
Germánico a su antigua gloria. Si eso significaba aplastar a todos los
príncipes Alemanes, bueno, que así fuera. Llamaban a Barbarroja el azote de Europa. Pero él era tan
buen diplomático como guerrero.
Unificó
Alemania con algo más que su espada. Creó un código legal conocido como Paces
Territoriales las cuales castigaban una variedad de crímenes y utilizaban un sistema para la solución de disputas con el objetivo de crear cortesía y urbanidad entre las tierras. Ayudó a los necesitados fijando un precio oficial para el grano
después de cada cosecha. Las provincias
de Alemania se convirtieron pronto en las más prósperas y poderosas de Europa. El Sacro Imperio Romano tuvo tanto éxito que amplió
enseguida sus fronteras.
El Imperio estaba en pleno apogeo y su población crecía
rápidamente. Los Alemanes talaron bosques, desecaron pantanos y hasta le
arrebataron tierra al mar. Pero ni siquiera así tenían suficiente espacio. Si
ocupaban la vasta Polonia, la presión en las fronteras del Imperio disminuiría. Tras conquistarla, Alemania fue unificada. Pero el Sacro Imperio
Romano aún no estaba completo. Desde la época de Carlomagno, el Imperio
reclamaba la posesión de Italia y, especialmente, de Roma.
En Roma, el Papa creía firmemente que era la Iglesia, y no
el Emperador, quien tenía la máxima autoridad en el Imperio. Barbarroja no
lograba convencer al Papa para que viera las cosas bajo su punto de vista, así
que nombró a su propio Papa. Por si eso no bastaba, el Papa y el Antipapa se
apresuraron a excomulgarse mutuamente. Al final, Barbarroja decidió recurrir a
la política de las armas. Si el Papa no atendía a razones, puede que lo hiciera
cuando dos mil caballeros Alemanes tomaran la península Itálica.
La más grande
de las ciudades del norte, la capital virtual de Lombardía, era Milán. Los
señores de Milán eran tan orgullosos como belicosos. Barbarroja estaba decidido
a arrasar Milán como advertencia al resto de ciudades Italianas y, en
particular, al Papa de Roma. El mensaje era claro: el único y verdadero
Emperador Romano era él, Federico Barbarroja.
Barbarroja no fue compasivo con los Milaneses. Como
respuesta a un intento de negociación durante el asedio envió a los seis
emisarios Italianos de vuelta a la ciudad. A cinco los había dejado ciegos,
pero al sexto sólo le había cortado la nariz, para que pudiera guiar a los
otros. La Italia del Norte fue conquistada sin piedad y puesta bajo el mando Imperial. Pero Italia no quería someterse. La destrucción de Milán sólo sirvió,
en todo caso, para aumentar la furia de las ciudades Italianas contra el que
sería su Emperador.
Tras arrasar Milán, Barbarroja continuó su camino de conquista hacia Pavia, donde fue coronado Rey de Italia recibiendo así la Corona de Hierro. Pero no dejes que las apariencias te engañen, la Corona de Hierro no es una corona cualquiera.
Tan elegante y decorada como la ves, el verdadero valor de esta corona no está en sus joyas si no en su aro central. La Corona de Hierro es una reliquia y una de las insignias más antiguas de la Cristiandad. Según la tradición, el delgado aro de hierro central que ves en la foto fue forjado usando ni más ni menos que uno de los cuatro clavos con que fue crucificado Jesucristo. Hoy todavía puedes ver esta corona en la Catedral de Monza, a las afueras de Milán.
Volviendo a la historia, mientras los guerreros del Emperador estaban presentes, la
paz se mantenía. Pero el Emperador no podía estar en todos lados al mismo
tiempo. Cuando iba a Italia, Alemania se inflamaba, y cuando volvía a Alemania,
los Italianos volvían a conspirar. Milán había sido tomada, pero el resto de
ciudades italianas se unió en una confederación llamada la Liga Lombarda, que
tenía como propósito la destrucción de Barbarroja. Si Barbarroja pretendía que
Italia formara parte del Sacro Imperio Romano, tenía que vencer a cada una de
las ciudades de la Liga Lombarda.
Tras seis campañas en Italia, Barbarroja estaba cansado de cruzar
los Alpes. La lucha llegó a su fin con la firma del Tratado de Constanza, que
afirmaba que el Papa y el Emperador tenían el mismo poder. Era una paz muy
frágil, que no parecía que pudiera durar, pero en esos momentos el Papa murió.
Al nuevo Papa le interesaba más lo que ocurría en las tierras del sur que las
discusiones con el emperador. Porque en esos momentos los europeos estaban
siendo expulsados de Tierra Santa. Había llegado el momento de una nueva Cruzada.
El Sacro Imperio Romano estaba culminado y, por el momento,
Alemania e Italia juraban fidelidad a Barbarroja. Pero la paz no
perduraría. Los estados cruzados de Palestina se estaban desmoronando. Un rey Sarraceno
llamado Saladino había expulsado de sus castillos a todos y cada uno de los
cruzados. El Papa propuso una nueva Cruzada antes de que la Tierra Santa
volviera a ser de los Sarracenos. Increíblemente, Barbarroja accedió a llevar a
cabo esta nueva Cruzada para el Papa, contra quien había luchado tan duramente.
Los reyes Felipe de Francia y Ricardo Corazón de León de Inglaterra, ya estaban
a bordo de los buques que los llevarían a Oriente Medio. Pero el ejército de
Barbarroja era mucho más grande y no había una flota en Europa capaz de transportarlo.
El Emperador tendría que ir por tierra hasta Constantinopla y, a través de las
tierras Turcas, llegar a Jerusalén. Constantinopla era la capital del Imperio
Bizantino, y una de las más gloriosas ciudades del mundo. El ejército de
Barbarroja podría descansar y abastecerse en Bizancio antes de empezar la gran
marcha.
El agotado ejército de Barbarroja había andado durante
cientos de kilómetros a través de abruptas montañas bajo el sol de Junio. Así
pues, al tropezarse con las rápidas aguas del río Göksu, los hombres se
sintieron sorprendidos y agradecidos. Al llegar al río, el ejército comenzó a cruzarlo a través de un pequeño puente que pronto se llenó de tropas, lo que imposibilitaba a Barbarroja cruzar para alcanzar a la vanguardia de su ejército que ya iba muy por delante de él. Impaciente, Barbarroja decidió lanzarse al río a lomos de su caballo para cruzar el río pero la corriente los arrastró a caballo y jinete por igual. Ante las incrédulas tropas supervivientes, Barbarroja se ahogó.
Algunos afirman que el emperador no pudo nadar por causa de su armadura de
metal. Otros creen que su corazón de sesenta y siete años no aguantó más.
Independientemente de la causa de su muerte, la Cruzada de Barbarroja terminó
allí; ése fue el final del Sacro Emperador Romano.
Los soldados de Barbarroja estaban destrozados. Algunos
caballeros se suicidaron. Otros se convirtieron al Islam y se unieron a los Sarracenos,
convencidos de que el mismo Dios les había abandonado. A pesar de todo, quedaba
un puñado de caballeros que todavía no quería abordar un barco para regresar a
Europa. El cuerpo del poderoso Barbarroja fue sacado del río y guardado en
vinagre en un barril. El ejército del Sacro Imperio Romano no se uniría a la
Cruzada. Pero todavía tenían la oportunidad de obtener una pequeña victoria.
Los guerreros supervivientes hicieron el voto de llevar el cuerpo de Barbarroja
a Jerusalén. ¡Aunque muerto, el Emperador cumpliría su promesa!
Todo gran rey tiene su leyenda, desde Arturo hasta
Barbarroja, que afirma que regresará algún día cuando su pueblo lo necesite.
Los mitos y leyendas sobre el Emperador Dormido se han trasmitido en las
historias populares Alemanas. Según la leyenda, Barbarroja no está muerto, solo dormido con sus caballeros en una cueva en la montaña Kyffhäuser, en Bavaria, Alemania. Y cuando los cuervos dejen de volar alrededor de la montaña, el Emperador se levantará y devolverá a Alemania su antigua grandeza. Según la historia también, su barba ha crecido hasta atravesar la mesa en la que está sentado. Sus ojos están medio cerrados en su sueño, pero de vez en cuando levanta su mano y envía a un muchacho a ver si los cuervos han cesado de volar.
El Sacro Imperio Romano no perduró. Volvió a
deshacerse en retazos de pequeñas naciones. Algunos dirán que el reinado de
Barbarroja fue un fracaso. Pero no hay mejor testamento de este hombre que el
hecho que su voluntad fuera suficiente para mantener el Imperio unificado.
Es así que termina, un día como hoy, la vida e historia de Federico Barbarroja, el 10 de Junio de 1190. Es así también que termina la última misión de la campaña de Barbarroja en el videojuego del que les hablé antes. Una vez que la terminé, muy contento por haberlo logrado, cerré el juego, volví al escritorio de Windows y me llevé una pequeña sorpresa cuando miré a revisar la hora:
Sin darme cuenta, había jugado la última misión, donde muere el Emperador Barbarroja, justo el mismo día que dicho hecho sucedió 808 años atrás. Me quedé pasmado por unos segundos mirando al monitor, y por primera vez en mi vida me sentí parte de la Historia. Como cuando visitamos catedrales y nos paramos en el mismo altar donde algún Emperador fue coronado, o visitamos un museo donde nos sentamos en la misma silla donde algún rey alguna vez se sentó. Esos momentos que nos transportan al pasado y nos hacen sentir como si hubiéramos estado ahí mismo años, siglos o milenios atrás cuando algo importante sucedía. Ésta fue una de las chispas más grandes que despertaron en mí el interés y pasión por la Historia porque pude sentir los escalofríos en carne propia. Es gracias a sucesos como éste que mi interés creció y creció con los años hasta llegar al día de hoy que feliz y orgullosamente ya me he graduado de mi carrera de Historia. ¿Coincidencia?...
No lo creo.